La suya parece una historia tocada por la varita de Hollywood cuando Hollywood da con la tormenta perfecta: una belleza ansiosa abriéndose paso entre una infancia complicada, una mente superdotada para las matemáticas que se tropieza con la aritmética implacable de todas las piedras del camino, una imbatible carrera deportiva que se detiene en seco una mañana cualquiera en el clímax de una cuesta infernal -"a 42 grados, iba a la primera de la carrera"-, una familia desmembrada como lotes que salen a subasta que ha ido recomponiéndose sin el peaje de los reproches... y un THE END, aun por pulir y concretar, que de momento va con un saldo a favor de puro placer, toneladas de sexo y un sueldazo de 50.000 euros al mes por obra y gracia de OnlyFans. Ni los apartamentos en Torrevieja del Un, Dos, Tres apuntaron a semejante final tan feliz.
Con estos simples bocetos iniciales se podría comenzar a dibujar la vida deCecilia Sopeña, que a sus 38 años fue, es, tantas cosas, que no resulta fácil trazar su biografía en apenas unas líneas. Dicho en corto, es graduada en Ingeniería de Recursos Minerales y Energía, tiene un Máster de Formación al Profesorado y es un portento de las Matemáticas que incluso dio clases particulares a grupos de universitarios que le sacaban varios cursos, además de profesora interina en institutos. Cecilia también fue ciclista profesional; tal es su palmarés que un millón de pedaladas después le cuesta llevar la cuenta de los oros, las platas y los bronces que le cuelgan del pescuezo. Eso sí, recita todas las modalidades que ha practicado como quien reza un Padre Nuestro: "Carretera, pista, mountain bike, enduro, descenso, trial y BMX". "He ganado más de 100 carreras y, en puntos UCI (Unión Ciclista Internacional), he estado entre las 50 mejores del mundo", sostiene.
"Nadie en mi familia me ha apoyado en la competición. El único que siempre ha creído en mí ha sido mi padrino, que es el dueño del Palacio del Hielo de Madrid", explica Cecilia.
-¿El Palacio del Hielo? Esa fue una de las morgues durante la pandemia...
-Eso es. Él me regaló mi primera bicicleta cuando cumplí 9 años. Era una mountain bike del supermercado Continente, muy básica, que le costó 16.000 pesetas. Y después de tantos años esa bici sigue rulando por ahí, porque me la robaron, alguien la compró de segunda mano y hace poco se la vi a un niño con todos los componentes que yo le había puesto. Y le dije, muy contenta: "Que sepas que de esa bici ha salido una campeona".
Pero por una vez, haremos spoiler. ¿De dónde salen los 50.000 euros mensuales que, de media, se embolsa Cecilia a día de hoy? De su cuenta de OnlyFans, una plataforma que permite a sus creadores compartir material exclusivo con sus seguidores. En el caso de Cecilia, más de 40.000 seguidores de los que 3.000 pagan una cuota mensual de 17 euros por adentrarse en su universo de fantasías sexuales que ella misma se encarga de alimentar con decenas, cientos, miles de vídeos y fotografías de puro placer.
Su salto del deporte al los contenidos de alto voltaje comenzó tras una de tantas carreras en las que Cecilia competía, allá por el verano del 22: "Yo iba la primera, y en una cuesta, alguien gritó: '¡Venga, Cecilia, que te pesa el culo!'. Como yo lo grabo todo con mi cámara GoPro, me bajé de la bici y fui a contestarle: 'Tú eres tonto, ¿sabes?'. Y ese vídeo se viralizó, pero de una manera... Salió en los informativos, en redes, en todas partes. Y no te imaginas la cantidad de odio que cayó sobre mí. Millones y millones de haters llamándome feminazi, criticando el flaco favor que le hacía a las mujeres enseñando escote... Con todo lo que yo me estaba esforzando, haciendo un trabajo excepcional y luchando por mi deporte, compartiendo mis logros, mi alegría, mi buena energía... ¿Qué hice entonces? La deportista impecable, perfecta, la buena compañera... dejó el ciclismo de competición y se abrió una cuenta en OnlyFans.
-Aunque la pregunta parezca obvia, ¿qué tipo de contenido empezaste a compartir?
-Se me fue la olla, me volví loca. Todo lo que yo he sido de sexy con mis novios, todo lo caliente que me ponía... Pues eso. Me grababa, me hacía fotos, y cuando lo hacía, me encendía tanto que todos los días llegaba al clímax... Al principio, yo sola, ¿eh? Para que te hagas una idea, sólo durante el primer año subí 2.000 vídeos, y en el primer mes gané 50.000 euros. El segundo, 60.0000. Ha habido meses de 80.000.
Hoy, la cosa está estancada -bendito estancamiento- en 50.000. Y a pesar de haber ganado más de un millón de euros desde su desembarco en la plataforma del placer (también tiene cuenta en Loverfans, la versión made in Spain), Cecilia sigue viviendo "en la casa en la que vivía con mi madre cuando éramos pobres, pues no le doy ninguna importancia al dinero". Pero volvamos a los albores de esta historia increíble. Como en cualquier biografía digna de ser contada (y ésta lo es), la niñez de Cecilia no fue una época plácida y mullida al abrigo de un hogar convencional. "Mi padre era Ángel Sopeña Quesada, uno de los mejores ginecólogos de España, que además fue muy sonado y polémico en su momento porque reconstruía el himen a mujeres de etnia gitana", recuerda. "Y mi madre era cantante. Todavía lo es, además de profesora de francés. Es una bestia del trabajo, y los fines de semana o en verano tiene sus actuaciones. ¿Te acuerdas de la serie de dibujos Chicho Terremoto? Pues la voz de la banda sonora es la suya".
Le pedimos a Cecilia lo imposible. Que resuma su infancia en un pequeño párrafo. Y ahí va: "Mi padre se fue a Paraguay huyendo de Hacienda, y dejó a mi madre, que tenía 22 años, solita en Madrid con dos niñas. Mi madre las pasó canutas para sacarnos adelante. Pero lo hizo. Pasábamos temporadas sin saber nada de él, y de pronto aparecía y... 'Mañana os venís conmigo de viaje a Cuba'. Y dejábamos un mes el cole y nos íbamos a Cuba. Tuvo 17 hijos de muchas mujeres. Y yo adoro a todos mis hermanos.
-¿Y a tu padre?
-Pues aunque habíamos perdido la relación, cuando se puso malito, su último año y medio fui yo quien le cuidó. Pensaba: "¿Con qué me quedo, con la experiencia de no haber tenido un padre o con la sensación de haber estado con él hasta el final?".
-Y duermes tranquila.
"Mira mi Garmin", dice señalando uno de esos relojes inteligentes que miden todo lo medible: pulsaciones, ronquidos, colesteroles, cosas. "Puntuación de sueño: 91 sobre 100. 8 horas del tirón. ¿Calidad? Excelente. O sea... Me levanto como nueva cada mañana".
De vuelta a aquella bicicleta iniciática, Cecilia se fue apasionando más y más por el ciclismo. Y aunque nunca dejó de pedalear, se graduó en Ingeniería de Minas por aquello de darle el capricho al abuelo, también ingeniero. Fue así compaginando la Universidad con el deporte, creciendo, independizándose, comenzando a despuntar entre el resto de alumnos, donde enseguida vio un filón: dar clases particulares a estudiantes que iban varios cursos por delante en el salón de su propia casa -"lo cuento porque ya ha prescrito; todos aprobaban con mi método"-. E igual de precoz que era con la bici lo fue con las cosas del vivir: se enamoró hasta el tuétano con 21 años -«cuando le conocí, no sé si por la hormona de la oxitocina, sólo sacaba matrículas de honor, y a las tres semanas ya estábamos buscando a la bebé»-. Hoy ya no siguen juntos, pero la bebé es una adolescente que apuntala 16 primaveras.
Y todo eran pañales, y clases particulares, y estudiar las oposiciones, y un puesto de interina en un instituto, y pedalear hasta la extenuación, y un atropello en 2016 que la apartó de la competición, y vuelta a empezar... Y de pronto, 2020. "Cuando estalló la pandemia me volví loca, loca, loca", recuerda. "Y en la desescalada, cuando empezaron a soltaronos la correa y a dejarnos salir, me fui a la tienda de un amigo que vendía iPhones y le dije: 'Venga, dame uno, que quiero ser influencer'. Y en una semana, te lo juro, solamente grabándome a mí misma montando en bicicleta, pasé de 2.000 seguidores a 10.000 en Instagram. Aquello empezó a crecer como una bola de nieve: venga a subir vídeos, venga a entrenar, venga a llegarme patrocinios de unas gafas, de unas furgonetas camperizadas, venga bici, venga carreras, venga a disfrutar, venga a vivir".
Pero toda la polémica levantada tras la carrera que le llevó a abrir una cuenta en OnlyFans terminó, también, con su trayectoria deportiva. "Yo tenía una comunidad de seguidores muy fieles tanto en Instagram como en mi canal de Youtube que me seguían por el deporte, y de repente esa conexión se perdió". Como si su salto a las veredas del sexo cibernético hubiera sido un delito de alta traición, Cecilia reconoce haber sido víctima de constantes insultos y vejaciones en las redes. "Yo hago con mi cuerpo lo que me da la gana y jamás le he hecho daño a nadie", se defiende. La contrapartida fue que, gracias al contenido erótico y sexual, empezó a conseguir una nueva legión de fans que buscaban otras aficiones. "Son las siete de la mañana y ya he subido dos vídeos", cuenta a este periodista. "Uno de anoche, con mi empotrador, y otro hace un rato, yo sola, pensando en lo que hicimos anoche. Nos conocimos hace tres meses y sólo hago vídeos con él. No haría nada con nadie más. Soy muy leal. Creo que me estoy enamorando".
-¿Enamorarte de tu empotrador? No sé yo...
-Cuando le conté que me dedicaba a ésto y le di los papeles del consentimiento para que los firmase antes de grabarnos juntos, ni se lo pensó. Es un tío fantástico. Y me lo paso tan bien con él en la cama...
Sobre la modalidad de su cuenta en OnlyFans, explica: "Hay gente que interactúa con sus seguidores. Yo no puedo atender las demandas de 38.000 personas. Yo subo los vídeos para toda mi comunidad y cada uno tiene una tarifa: la mayoría cuesta 10 euros, pero los hay de tres, de cinco o de 17 euros. Y el que quiera, lo paga y lo ve. Una vez, un tipo me ofreció 30.000 euros para que le enviase, sólo a él, un vídeo haciendo pis. Pues grabé el vídeo, lo lancé en cerrado para todo el mundo, y lo cobré a 10 euros para todo el que quisiera verlo".
-Un manifiesto de rebeldía en toda regla.
-Es que yo en un mes gano lo que mucha gente en dos años. Ni le contesté. Yo no voy a atenderte a ti, Fulanito, ni te voy a hacer casito, ni te voy a complacer en nada, por mucho dinero que me ofrezcas. Mi tiempo se lo voy a dar a mi gente, a mi empotrador, a los que me necesitan. Soy muy generosa, pero también muy libre.
-¿Y te han ofrecido porno convencional?
-No se atreven porque saben que estoy demasiado por encima de eso. ¿Para que voy a rodar una escena por 500 euros si yo con mi video, en mi puñetera casa, soy la dueña de mí misma sin someterme a las órdenes de nadie y sin tener que complacer a nadie?
-¿Dejarás OnlyFans algún día? ¿O el botín es demasiado goloso como para bajarse el barco?
-No quiero dejarlo. Cuando me grabo, disfruto tanto que me olvido de que la cámara está encendida. Pero lo que me encantaría es estar dando clases de Matemáticas hasta los 90 años. Ese es, de verdad, mi auténtico sueño.
Palabra de ciclista. O de ingeniera. O de influencer del placer. Elijan ustedes.