En un año de mucho dolor, hasta 2.000 avisos de alarma por entradas no autorizadas en el inmueble calcinado ha atendido Adriana Banu, propietaria de una de las viviendas del edificio de Campanar que se incendió espectacularmente el 22 de febrero de 2024. Apenas dos semanas después del grave accidente que dejó 10 fallecidos y conmocionó a la ciudad, la Policía Local sorprendió a dos hombres intentando robar. “Han entrado a vandalizar, a llevarse piezas de grifería… Como si no tuviéramos bastante”, explica quien también es administradora de la comunidad de vecinos.
Con casco protector y fumando un cigarro tras otro, Adriana se sabe bien cuánto ha pasado de puertas para adentro en este tiempo, largo y difícil para las 138 familias que vivían en el inmueble cuando el fuego se desató. Todos recordamos aquellas imágenes del balcón en llamas y de una tarde-noche larga con los ojos puestos en el inmueble de la calle Poeta Rafael Alberti de València. Las inspecciones, el desescombro que ahora finaliza, la instrucción judicial… El periplo ha sido largo. “En la primera fase vino la policía, luego los investigadores, posteriormente vino la empresa del seguro para asegurar la estructura del edificio, Indexa, luego la empresa del desescombro y ahora en principio está trabajando la empresa que ha redactado el proyecto de rehabilitación hasta que se liciten y adjudiquen las obras. Calculo que nos quedan año y medio o dos años para poder vivir aquí, si todo va bien”, explica con un admirable tono pausado.
Mientras lo explica, sube la escalera, circular y estrecha, hasta el piso octavo, donde se originó el fuego. Le acompaña Enrique Salvador, presidente de la Asociación de Propietarios Afectados Incendio Campanar (APROICAM) que se constituyó a los pocos días del desastre. Indican dónde estaba la nevera que, según las investigaciones, fue el foco del fuego. “Allí el comedor, este pasillo, ahí había una habitación…”, explican. Tienen el plano en la cabeza y ven sus viviendas donde ahora solo queda ladrillo ennegrecido. Tanto, que un técnico de limpieza sigue retirando con la karcher el humo de las paredes, principalmente en los pisos más altos. El agua se encharca en el suelo en el piso más elevado, de dos alturas y con una enorme terraza que, visto en la fotografía del móvil que guarda Enrique, nadie diría que es el mismo.

Un operario limpia con agua las paredes quemadas del último piso del edificio de Campanar, hace unos días
“Ahora mismo esto es un solar, hemos perdido nuestra casa y prácticamente volvemos a la casilla de salida”, explica el presidente de la asociación. Siguen agrupados, en contacto unos con otros y esta tarde celebrarán acto de homenaje a las víctima, de recuerdo, en el jardín colindante. Al principio muchos de ellos residieron en el edificio que el consistorio dispuso en Safranar, pero reconocen que allí “nos sentíamos muy señalados. Todos sabían que éramos los de Campanar”. Ahora, algunos han conseguido alquileres en el barrio, aunque se ha disparado el precio desde que se produjo el incendio. “Hay quien paga 1.300 euros de alquiler y es barato”, cuentan. Otros ya residen en otras localidades, a la espera de volver. Durante este año la Generalitat Valenciana les ha prorrogado las ayudas para el pago del alquiler y tienen un acuerdo con todas sus entidades financieras para que les amplíen las moratorias de los préstamos hipotecarios y que estas se vinculen al periodo de la rehabilitación del edificio. ¿Estáis satisfechos con el trato de las instituciones?, preguntamos. “Sí, sin ninguna duda”.
En Safranar nos sentíamos muy señalados. Todos sabían que éramos los de Campanar”
En el último piso, Enrique toma fotos con el móvil, sube y baja por la escalera interior. “No había vuelto a entrar a mi casa desde entonces. Es la primera vez”, dice. Aquel día llevaba unos cuatro meses viviendo en otro piso, el suyo estaba alquilado. De las 138 viviendas, en unas 60 residían inquilinos, que se agruparon en la Asociación Residentes Afectados Incendio Campanar (ARDIC). Entre ambos, propietarios e inquilinos, no todo ha sido especialmente fácil. ARDIC pidió como medida cautelar paralizar el desescombro del edificio, pero el juez lo denegó. También hubo un conflicto a cuenta de la recaudación solidaria que activaron las comisiones falleras del barrio y que finalmente contribuirán a pagar la reforma del inmueble que ahora se alza cubierto de una red protectora color azul que atempera el recuerdo, pero que no evita recordar cuanto allí pasó.

Edificio de Campanar, ahora en rehabilitación
No lo puede olvidar Florencia Bossel, inquilina y socia de ARDIC, que lamenta “que los dueños no nos dejaran volver a subir a las viviendas. Ahí también estaba nuestra vida”, dice. Y aunque entiende que ahora se centren en la reconstrucción, señala que no los ve “interesados en hacer presión para que realmente se investigue qué fue lo que pasó. Si yo fuera familiar de alguna de las personas eso me indignaría mucho, la verdad”, apunta. Una tensión evidente entre quienes también intentan reconstruir su vida, lejos de Campanar.